El juego anal diario de mis esposos me convierte en un ano gigante, estirando mis límites. Sus sesiones de fisting me dejan deseando más. Nuestras charlas y pedos kinky se suman al erotismo.
Después de un largo día en la oficina, mi esposo y yo nos gusta relajarnos con un poco de diversión traviesa.Él es un gran fan de la acción anal, y estoy más que feliz de complacerme.Cada noche, me da un entrenamiento a fondo a mi trasero, estirándolo hasta sus límites y haciéndolo su parque de juegos personal.¿Su movimiento favorito?¿Encularme hasta que suplique por más.Pero la diversión no se detiene ahí.A veces, lo toma por una muesca y me llena de su leche, convirtiendo mi trasero en un ano gigante.Le encanta hablar sucio durante nuestras sesiones, describiendo mi culo gordo en todo su esplendor.Y no olvidemos el pedo.Es una parte de nuestro ritual, agregando una capa extra de kink a nuestras escapadas anales.Así que, cada noche, me agacho, listo para otra ronda de enculadas y fisting, sabiendo esto es lo que mi esposo anhela.